EL POR QUÉ DE EL BLOGÍGRAFO



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domingo, 9 de noviembre de 2014

Come On - The Rolling Stones (HQ) 1963





STONES.
 
Junio del 2014. ...
Fue realmente apoteósico.
Sesenta y cinco mil personas abarrotábamos el Circo Máximo de Roma, no para ilustrarnos sobre la antigua Roma, sino para asistir a un concierto. Enfrente, sobre el escenario, ellos, los Stones, más de cincuenta años de carrera de unos dinámicos septuagenarios, tocando en un lugar que por primera vez desde hacía tiempo, era más viejo que ellos. Jagger, Richards, Watts y Wood, cada uno de ellos irremplazable en su posición.
Yo nací en el año 1964 d.C. por lo que cuento con medio siglo de vida. ¡Joder! Ellos ya tocaban por entonces.
Miro a mis octogenarios padres con sus sonrisas de afables ancianos y sus marchitos cuerpos. Hoy estamos en su casa, de comida familiar. Los imagino jóvenes, siempre en blanco y negro, influenciado por las fotos de los álbumes familiares. Mi padre con traje, corbata y patillas y mi madre con vestido trapecio, botas altas, y peinada a la moda con el corte “Bob”. Fantaseo viendo a ambos bailando en los guateques, esas juergas que mis padres siempre han definido como fiestas caseras en las que se merendaba y bailaba, al ritmo de las canciones de los Sírex, los Brincos, Fórmula V, Los Bravos... Se merendaba y se bailaba. Claro. Igual que nunca se emborrachaban; como mucho, se “chispaban”.
Pero a pesar del paso del tiempo ahí siguen sus satánicas majestades, los Stones, frescos en su senectud, persistentes en su longevidad musical y sin atisbos de ocaso.
¡Madre mía! ¡Ya actuaban cuando yo nací! Tal vez por eso sean mis ídolos de siempre.
Un momento. Ahora que lo recuerdo. Mis padres todavía conservan vinilos de los Stones. Una singular idea dinamita mi cabeza. Los guateques, los barreños de zinc, o las poncheras con la mezcla de limonada, vino tinto, gaseosa, frutas variadas, azúcar y un pelín de canela; mis padres bailando y bebiendo, y de regreso a casa, escenas íntimas mientras sonaban los Rolling en el tocadiscos. Me dirijo al viejo mueble donde conservan sus discos. Cojo uno de los Stones y miro la fecha de edición. Año 1963. Miro las canciones que componen este elepé, preguntándome si mi idolatría hacia ellos no estará relacionada a que fui engendrado bajo los acordes del Come On.
Al Segar.

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