ESCUCHA LA CANCIÓN MIENTRAS LEES
LA SOMBRA DEL GATO
NEGRO.
NEGRO.
Estoy tumbado en la cama
con mi crisis literaria a cuestas,
esperando que mi golpe de suerte
salga de la ducha.
Está estupenda
con toda esa carne
tan bien repartida;
esos pechos redonditos
de tamaño ideal;
esas piernas infinitas;
ese tentador sexo rasurado.
He besado esos labios carnosos
apetitosamente incrustados
en su carita de porcelana,
y su lengua ha esclavizado a la mía
advirtiéndome de su autoridad,
y de que no voy a tener más remedio
que capitular ante la potestad
de sus fantasías sexuales.
La he conocido en un bar de copas.
Ha leído algunos de mis libros
y le han gustado.
Se ha sentido seducida
conociendo al autor.
Hemos tomado unos gin tonics.
El resto ha sido sencillo.
Me la he llevado a mi apartamento.
Mientras se ducha
para ofrecerme inmaculada
su tersa juventud,
intento escribir algo,
pretendiendo que esa ninfa
se transforme en mi musa,
y desencalle la falta de iluminación
que desde hace días me afecta,
me perturba y me inquieta,
impidiéndome escribir
un solo verso decente.
Espero en la cama,
desnudo,
impaciente,
empalmado,
con una libreta y un boli,
abandonado por la inspiración,
deseando que se abra
la puerta del baño
y que también su ocupante
se abra a mis embestidas.
Golpeo el papel con la punta del boli.
No acierto a escribir una sola palabra.
El gato da un salto sobre la cama.
Sienta su negrura a mi lado;
enrosca la cola a su alrededor;
me mira fijamente.
Su sombra se proyecta
sobre la libreta
que reposa
sobre mi pene erecto.
Sigue mirándome con altivez,
como si mirase a un estúpido,
como si lo supiese todo sobre mi vida.
Venga tío dame una idea,
le digo a su indiferente silueta.
Solo necesito un puñado de versos,
unos poemas,
o unos relatos
que me hagan famoso.
No pido más.
Muchos escritores
han vivido toda su vida
del éxito de una sola genialidad.
Mi desesperación
me lleva a seguir hablándole.
Venga machote,
échame un cable;
prometo hacerte protagonista;
te daré el título del libro:
“La sombra del gato negro no es tan negra como él.”
Ya eres protagonista.
¿Qué más quieres?
¿Ración doble de rancho?
Eso está hecho.
Ahora haz tu parte.
Inspírame gato negro,
gato mágico desde tiempos inmemoriales,
representación de Bastet,
diosa egipcia de la felicidad.
Concédeme esos versos
con los que ambos
alcancemos la gloria.
Tan ofuscado estaba
hablándole al gato
que no me he percatado
de que ella ha salido del baño.
No me habla.
Solo me mira,
con esa mirada encrespada
indicadora de que ha escuchado
mi conversación con el felino.
Le sonrío.
Parece asustada.
Intento decirle algo.
Desisto viendo la velocidad
a la que se está vistiendo.
Soy consciente
de que todo se ha acabado.
Mi pene se desinfla
haciendo caer la libreta
sobre mis muslos.
Se marcha sin despedirse.
Me golpeo en la frente.
Me maldigo.
Me detesto.
Escucho el portazo.
El gato da un salto al suelo.
Lanzo la libreta contra la pared.
Hoy tampoco voy a escribir
esos versos que me concedan la gloria.
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