EL POR QUÉ DE EL BLOGÍGRAFO



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lunes, 27 de julio de 2015

La sombra del gato negro no es tan negra como él





ESCUCHA LA CANCIÓN MIENTRAS LEES







LA SOMBRA DEL GATO
NEGRO.


 


Estoy tumbado en la cama


con mi crisis literaria a cuestas,


esperando que mi golpe de suerte


salga de la ducha.


Está estupenda


con toda esa carne


tan bien repartida;


esos pechos redonditos


de tamaño ideal;


esas piernas infinitas;


ese tentador sexo rasurado.


He besado esos labios carnosos


apetitosamente incrustados  


en su carita de porcelana,


y su lengua ha esclavizado a la mía


advirtiéndome de su autoridad,


y de que no voy a tener más remedio


que capitular ante la potestad


de sus fantasías sexuales.


La he conocido en un bar de copas.


Ha leído algunos de mis libros


y le han gustado.


Se ha sentido seducida


conociendo al autor.


Hemos tomado unos gin tonics.


El resto ha sido sencillo.


Me la he llevado a mi apartamento.


Mientras se ducha


para ofrecerme inmaculada


su tersa juventud,


intento escribir algo,


pretendiendo que esa ninfa


se transforme en mi musa,


y desencalle la falta de iluminación


que desde hace días me afecta,


me perturba y me inquieta,


impidiéndome escribir


un solo verso decente.


Espero en la cama,


desnudo,


impaciente,


empalmado,


con una libreta y un boli,


abandonado por la inspiración,


deseando que se abra


la puerta del baño


y que también su ocupante


se abra a mis embestidas.


Golpeo el papel con la punta del boli.


No acierto a escribir una sola palabra.


El gato da un salto sobre la cama.


Sienta su negrura a mi lado;


enrosca la cola a su alrededor;


me mira fijamente.


Su sombra se proyecta


sobre la libreta


que reposa


sobre mi pene erecto.


Sigue mirándome con altivez,


como si mirase a un estúpido,


como si lo supiese todo sobre mi vida.


Venga tío dame una idea,


le digo a su indiferente silueta.


Solo necesito un puñado de versos,


unos poemas,


o unos relatos


que me hagan famoso.


No pido más.


Muchos escritores


han vivido toda su vida


del éxito de una sola genialidad.


Mi desesperación


me lleva a seguir hablándole.


Venga machote,


échame un cable;


prometo hacerte protagonista;


te daré el título del libro:


“La sombra del gato negro no es tan negra como él.”


Ya eres protagonista.


¿Qué más quieres?


¿Ración doble de rancho?


Eso está hecho.


Ahora haz tu parte.


Inspírame gato negro,


gato mágico desde tiempos inmemoriales,


representación de Bastet,


diosa egipcia de la felicidad.


Concédeme esos versos


con los que ambos


alcancemos la gloria.


Tan ofuscado estaba


hablándole al gato


que no me he percatado


de que ella ha salido del baño.


No me habla.


Solo me mira,


con esa mirada encrespada


indicadora de que ha escuchado


mi conversación con el felino.


Le sonrío.


Parece asustada.


Intento decirle algo.


Desisto viendo la velocidad


a la que se está vistiendo.


Soy consciente


de que todo se ha acabado.


Mi pene se desinfla


haciendo caer la libreta


sobre mis muslos.


Se marcha sin despedirse.


Me golpeo en la frente.


Me maldigo.


Me detesto.


Escucho el portazo.


El gato da un salto al suelo.


Lanzo la libreta contra la pared.


Hoy tampoco voy a escribir


esos versos que me concedan la gloria.

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