NADA.
Nada.
Ni una puta palabra.
Minimizo el Word.
Fisgoneo en el Facebook.
Pierdo el tiempo.
Hoy no fluye la poesía.
Las musas deben estar de vacaciones,
o echando un polvo con los elfos.
Decido bajar al bar.
Pido una jarra.
La bebo sentado en el taburete de la barra,
con el canal de noticias
como banda sonora de fondo.
El voluminoso camarero sirve cervezas,
cafés,
seca la barra con la bayeta,
o saca la loza del lavavajillas.
Pierdo el tiempo mirando
como la luz
se refleja en su gran cabezota calva.
Y yo aquí sentado,
sin nada ocurrente dentro de la mía.
O tal vez sí.
Es la magia de la escritura
que todo lo hace posible.
Tan fascinante es,
que hasta en un día como hoy,
en que no sé sobre qué escribir,
lo pueda hacer precisamente sobre eso,
sobre nada,
consiguiendo que ahora mismo
estés leyendo esto,
demostrando que a veces nada
puede ser mucho,
o como mínimo,
un poema como este.
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