EL POR QUÉ DE EL BLOGÍGRAFO



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jueves, 18 de diciembre de 2014

LAS ARMÓNICAS SUENAN TRISTES





MIENTRAS LEES PUEDES ESCUCHAR ESTA CANCIÓN

MENCIONADA EN EL SIGUIENTE POEMA.









LAS ARMÓNICAS SUENAN
TRISTES.


 


Chica de
caderas a lo Marilyn,


te veo cada
día pasar,


frente a mi
puesto de hamburguesas


y perritos
calientes


junto al
parque.


Y en ese
breve instante


todo deja de
ser interesante;


ni el libro
que leo,


ni el blues,


ni mi
mezquino trabajo,


ni tan
siquiera mi vida.


Todo se
detiene a tu paso:


el tiempo,
el aburrimiento, el sonido.


Hasta la
muerte


pospone sus
sentencias a tu paso.


Te pavoneas
ante mis ojos,


que no ven
nada más


durante tu
efímero paso.


Me da igual si
eres lista o tonta,


ejecutiva o
desempleada.


Solo importa
lo que quiere ver la atracción


no sé si de
amor, o simplemente sexual.


Te has dado
cuenta de que te miro.


Te has dado
cuenta de que me gustas.


Me he dado
cuenta de que eres inalcanzable.


Noto como
exageras tu contoneo,


sonriendo
sensualmente,


mirándome de
reojo.


Y yo allí
contemplándote embelesado,


ridículo con
mi delantal y mi gorrito.


Pasan los
días


y me rodean
media docena de viejos


con aspecto
de no haber tenido nunca juventud.


Te han
pillado la hora.


Viejos
verdes,


obscenos,
lascivos, viciosos.


Son como marchitos
barcos varados


que la
corrosión ya no deja navegar.


Una vez
pasas se relamen y se largan.


Ni una
consumición,


ni un dólar
gastado,


ni una
mancha de kétchup,


ni siquiera una
mirada hacia mi quiosco.


Regresan a
vivir sus vidas


de olvido y
abandono,


incrustados
en sus sillones,


con sus
gordas mujeres


que les
aborrecen.


No son
capaces de leer a Shakespeare,


ni de
admirar un buen lienzo,


y vienen
aquí a verte a ti,


a fastidiar
mi remota esperanza.


Todas las
noches,


una vez
recogido mi puesto,


de regreso a
casa,


voy tocando
con mi armónica


el Piano Man
de Billy Joel.


Siempre
suena triste la armónica.


Siempre
suena triste el blues


Siempre
suena triste el desamor.


Imagino si
habrás buscado el amor;


imagino si
lo habrás encontrado.


No te eches
a perder;


no
consientas que te embauque un marido simplón,


de esos que te
atrapan en las redes del tedio,


de la
desgana,


del hastío.


No deformes
tu cuerpo con embarazos


que
disuelvan tus caderas de Marilyn.


No lo hagas.


Sigue
enloqueciéndonos con esas curvas


que parecen
obra del diablo.


Sigue
alimentando nuestra obscenidad,


la mía y la
de los seis viejos crápulas,


haciéndonos
sentir vivos.


Pasan los
días,


y ya van tres
que no te veo pasar.


Se diluye mi
esperanza;


se diluye la
palpitación;


se han
diluido la media docena de viejos.


Sirvo un par
de hamburguesas,


otros tantos
perritos calientes


y unos
refrescos.


No se acerca
nadie al quiosco.


Saco mi
armónica y comienzo a tocar.


A mi espalda
una mujer pide un sándwich.


Guardo la
armónica en el bolsillo


y me
dispongo a servirlo.


Me giro para
encarar a mi clienta.


Enfrente mío
se encuentra la perfección


esperando
ser servida.


La chica de
caderas a lo Marilyn.

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