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CUANDO LLEGA CIERTO
DÍA.
DÍA.
Las noches de otoño comienzan a ser frescas.
El sol ya se ha hundido en el horizonte
y esa luna blanca
es la misma que contemplaron
Lorca, Cortázar o Bukowski,
los que ya no están
pero permanecen sus palabras,
como un día no estaré yo
pero aunque sin tanto valor como ellos,
intentaré que mis palabras
permanezcan de alguna forma.
Estoy sentado frente al teclado,
en penumbra, como a mí me gusta,
escribiendo las voces de mi imaginación.
Ya me llegó ese día
en que te dicen que algo en ti
no funciona como debería hacerlo,
y eso está condicionando mi escritura,
como condiciona también todo lo demás;
es como si se paralizase todo,
como si considerase
que ya no vale la pena hacer nada nuevo,
porque ya nada parece tener sentido,
a pesar de desconocer
si el fin puede o no estar cerca.
Escribo mientras me hago preguntas.
¿Es esto la vida?
¿Pasar los días mejor o peor aprovechados
mientras incubas algo chungo
en algún rincón de tu cuerpo?
No es que me importe que me digan
que me queda más o menos tiempo;
hace mucho que me convencí
de que toda esta parodia
es tan solo un tránsito;
pero me preocupa esa otra parte,
de que un día la vida
te enseña que no eres
nadie,
tan solo uno más
de los muchos
que han pasado por ella;
pero me preocupa esa otra parte,
la que afecta a los demás,
porque no estoy solo en esto,
están mi mujer y mi hija,
son ellas las que me preocupan.
Puede ser que se trate de algo grave
o puede ser que no lo sea;
de momento tan solo sé
que se trata de un par de nódulos
de esos que los médicos
señalan como “sospechosos”
y que me tienen entretenido
con análisis, ecografías y resonancias,
pendiente de una biopsia,
y de unos resultados,
y después…
después ya se verá.
De momento
son solo confusos días de incertidumbre.
Tampoco nadie me aseguró nunca
que fuese a llegar a viejo,
ni tampoco que no vaya a hacerlo,
pero tampoco querría llegar
como uno de esos
sin fuerzas
ni para subirse la bragueta.
Los hay que parecen vivir
seis o siete vidas en una,
y yo siempre he tenido la certeza
de no ser capaz
ni de vivir una plenamente.
Pero de momento sigo aquí,
en la penumbra de mi estudio,
dejándome atrapar
por la oscuridad de esta noche otoñal,
escribiendo para no pensar,
escribiendo como hago siempre,
como terapia,
como doctrina,
como aséptico emocional,
esperando encontrarle
un final apropiado a este poema;
porque en definitiva nuestra vida
no es más que esperar:
esperar el autobús,
esperar tiempos mejores,
esperar un nuevo concierto de los Stones,
esperar que nos toque la lotería,
esperar el ascensor,
esperar el zumbido del despertador,
esperar una vida durante un embarazo,
esperar unos resultados,
esperar a la muerte.
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