Reseña de Toni Hernández para NEWT/Diari del Vallés
Donde
está el cuerpo...
Está el peligro. Y eso lo tiene
muy claro Al Segar, que en sus contundentes relatos sabe descolocar al lector y
hurgar en las entrañas de su cotidianeidad. Mediante retraídos científicos
salidos, padres inmodélicos que encuentran su redención, personajes deprimidos,
borrachos o locos, vecinas cachondas, héroes domésticos y, cómo no, el escritor
alternativo con el que se establece un diálogo metaliterario, Al Segar
arrancará al lector de su poltrona.
Se trata de chispazos frescos, directos,
breves narraciones de temática muy diversa: Segar salta del erotismo a la
reflexión, del miedo a la pena, de la alegría al odio, en historias que se
descubren regadas al alimón por buenas lecturas y por aquellas mundanas y
crudas realidades, vividas, que superan a la ficción. Porque Segar es buen
lector, y se nota, y posee una frescura narrativa que emana de una agilidad prosística
adquirida de los clásicos y de reconocidos ecos bukowskianos.
Por otra parte, asevera Segar que
somos tan frágiles como nuestra propia mente. Lo hace en un relato que es más
una reflexión sobre la singularidad del ser humano. Segar siembra una paradoja
con el título de la obra cuando nos enseña que nuestros miedos y anhelos se
sirven de onomatopeyas, olores, u otras cualidades sensoriales, para, en la era
informática, demostrarnos que donde no está el cuerpo también puede estar el
peligro.
Porque, si tienen una mínima
sensibilidad, con Al Segar removerán a sus fantasmas. Esos que les acechan
cuando bajan la guardia en sus realidades insulsas. Disfruten con las historias
de Segar, gócenlas mientras puedan o déjense devorar por ellas.
Donde está el cuerpo. Al
Segar. Ediciones Dédalo. Barcelona, 2015. 241 páginas.
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