AGRADEZCO A AURORA GIMENEZ PADILLA QUE HAYA ACCEDIDO A ESCRIBIR EL PRÓLOGO DE MI ANTOLOGÍA DE RELATOS: "DONDE ESTÁ EL CUERPO...." QUE TRANSCRIBO A CONTINUACIÓN.
Prólogo.
Lo primero
que ha de conseguir un buen escritor, aparte de escribir bien, es crear su propio estilo y no alejarse de él.
Es decir, debe crear una forma propia de decir las cosas, sea cual sea el
género que elija: narrativa, ensayo, teatro, poesía, etc.; de manera que el
lector que sigue su obra la reconozca. El estilo se adquiere, naturalmente, con
la práctica, a base de horas de trabajo, disciplina y algún que otro desengaño.
Escribir bien comporta estructurar un texto con coherencia, cohesionarlo adecuadamente, y redactar con claridad. Hay que evitar petulancias y optar por la sencillez y la sinceridad. Al mismo tiempo la forma de escribir debe adaptarse al tema que se desarrolla en perfecta simbiosis. Como vemos el oficio de escritor no es nada fácil y no todo se debe a las musas sino al trabajo constante.
Escribir bien comporta estructurar un texto con coherencia, cohesionarlo adecuadamente, y redactar con claridad. Hay que evitar petulancias y optar por la sencillez y la sinceridad. Al mismo tiempo la forma de escribir debe adaptarse al tema que se desarrolla en perfecta simbiosis. Como vemos el oficio de escritor no es nada fácil y no todo se debe a las musas sino al trabajo constante.
Me
sirvo de este pequeño preámbulo para presentar a Alfredo Segarra o Al Segar,
seudónimo con el que ha firmado sus dos novelas ya publicadas: El galeón del murciélago y La daga de los siete dioses. La presente obra, Donde está el cuerpo…, consta
de 40 cuentos literarios donde, sin duda, el lector encontrará unos textos con todas
las cualidades que acabo de mencionar.
El autor
se nutre de la fauna urbana de la ciudad a la que pertenece buscando personajes golpeados duramente por la vida:
mendigos eternos, detectives desaliñados, marginados desesperados, sucias putas…
Un mundo cercano al que simplemente observa para denunciar y dejar constancia de lo que le indigna. Y lo hace con un lenguaje directo, duro, a veces soez, como no podría ser de otra manera. Porque se trata de individuos que han tocado fondo, marginados por la sociedad o por ellos mismos, que no les queda nada, ni tan solo un poco de dignidad. Y la amargura les sale por la boca y por los poros de la piel. No son tipos agradables ni tampoco lo es su vocabulario. Al Segar explica sus personajes con sinceridad y los hace hablar según su rango social. En uno de los cuentos, Escribo, nos dice: “Solo espero, y miro por el balcón. La calle es una fuente inagotable de inspiración, de historias servidas en bandeja para ser escritas…”
Un mundo cercano al que simplemente observa para denunciar y dejar constancia de lo que le indigna. Y lo hace con un lenguaje directo, duro, a veces soez, como no podría ser de otra manera. Porque se trata de individuos que han tocado fondo, marginados por la sociedad o por ellos mismos, que no les queda nada, ni tan solo un poco de dignidad. Y la amargura les sale por la boca y por los poros de la piel. No son tipos agradables ni tampoco lo es su vocabulario. Al Segar explica sus personajes con sinceridad y los hace hablar según su rango social. En uno de los cuentos, Escribo, nos dice: “Solo espero, y miro por el balcón. La calle es una fuente inagotable de inspiración, de historias servidas en bandeja para ser escritas…”
En
vez de esperar grandes argumentos, el lector hará bien en localizar las
reflexiones que la voz narrativa, en primera persona, nos va regalando a través de las líneas. Cada uno de nosotros podríamos llegar a ser esos personajes desahuciados
o fracasados, melancólicos o nostálgicos; pobres putas o mendigos hambrientos;
madres que pierden a sus hijos o escritores sin recompensa. Cada una de las narraciones
nos muestra un lado de la vida, unas veces el más oscuro y otras el más amable.
Porque Al Segar también nos muestra su lado humorístico e ingenioso, con
finales que nos sorprenden y nos invitan a sonreír, como El cuento de Halloween, Olores
o Negracarbón. También flirtea con la
ciencia ficción, como en el caso de Kent
o La increíble aventura de Héctor. Y,
aún encontraremos algunos poemas de verso libre en tono humorístico, como Poema medieval o Coleguillas. En otras ocasiones el autor nos revela un poco de él
mismo; por ejemplo, Soy así es un
poema donde podemos vislumbrar algunas pinceladas de su personalidad; sin
embargo, en toda la obra hay rasgos donde podemos encontrarle, muy sutilmente,
camuflado, en lo más hondo de alguno de sus personajes. Pero cuando habla de su
arte encontramos un Al Segar completamente sincero consigo mismo. Un buen
ejemplo de ello lo encontramos en
Confesiones: “Me gusta jugar al despiste.
Aplicar a mis relatos mis propias experiencias personales, otras inventadas, y
otras que son una combinación de ambas, sin dejar claro en qué punto la
realidad deja paso a la ficción…” El escritor, como un niño que juega al escondite, provoca al lector para que le
descubra entre el laberinto de su escritura. Y sigue diciendo: “En lugar de actuar como hace la mayoría, yo
prefiero observar a las masas para comprobar sus reacciones”. La
observación como fuente de inspiración, su musa.
Así
pues, Alfredo Segarra (Al Segar) utiliza la escritura como un instrumento que
le permite describir el mundo que le rodea, un mundo que nos muestra abominable
la mayoría de las veces. Pero no nos dejemos engañar, debajo de tanta
podredumbre descrita en sus páginas, se esconde un poeta potencial; porque sólo
un poeta es capaz de pasar por la vida con los ojos abiertos y descubrir, en
otros ojos, el sufrimiento ajeno.
Aurora
Giménez Padilla.
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