EL POR QUÉ DE EL BLOGÍGRAFO



El Blogígrafo es un blog destinado a mi producción literaria personal y a recomendaciones que por algún motivo tienen un interés especial, relacionadas con el mundo de la literatura, y a otras que crea que son de interés general. Si queréis colaborar a que este blog crezca con vuestras aportaciones, adelante. Un saludo.





domingo, 8 de febrero de 2015

Prólogo





AGRADEZCO A AURORA GIMENEZ PADILLA QUE HAYA ACCEDIDO A ESCRIBIR EL PRÓLOGO DE MI ANTOLOGÍA DE RELATOS: "DONDE ESTÁ EL CUERPO...." QUE TRANSCRIBO A CONTINUACIÓN.
 

Prólogo.

Lo primero que ha de conseguir un buen escritor, aparte de escribir bien,  es crear su propio estilo y no alejarse de él. Es decir, debe crear una forma propia de decir las cosas, sea cual sea el género que elija: narrativa, ensayo, teatro, poesía, etc.; de manera que el lector que sigue su obra la reconozca. El estilo se adquiere, naturalmente, con la práctica, a base de horas de trabajo, disciplina y algún que otro desengaño.
Escribir bien comporta estructurar un texto con coherencia, cohesionarlo adecuadamente, y redactar con claridad. Hay que evitar petulancias y optar por la sencillez y la sinceridad. Al mismo tiempo la forma de escribir debe adaptarse al tema que se desarrolla en perfecta simbiosis. Como vemos el oficio de escritor no es nada fácil y no todo se debe a las musas sino al trabajo constante.

Me sirvo de este pequeño preámbulo para presentar a Alfredo Segarra o Al Segar, seudónimo con el que ha firmado sus dos novelas ya publicadas: El galeón del murciélago y La daga de los siete dioses. La presente obra, Donde está el cuerpo…, consta de 40 cuentos literarios donde, sin duda, el lector encontrará unos textos con todas las cualidades que acabo de mencionar.

El autor se nutre de la fauna urbana de la ciudad a la que pertenece buscando  personajes golpeados duramente por la vida: mendigos eternos, detectives desaliñados, marginados desesperados, sucias putas…
Un mundo cercano al que simplemente observa para denunciar y dejar constancia de lo que le indigna. Y lo hace con un lenguaje directo, duro, a veces soez, como no podría ser de otra manera. Porque se trata de individuos que han tocado fondo, marginados por la sociedad o por ellos mismos, que no les queda nada, ni tan solo un poco de dignidad. Y la amargura les sale por la boca y por los poros de la piel. No son tipos agradables ni tampoco lo es su vocabulario. Al Segar explica sus personajes con sinceridad y los hace hablar según su rango social.
En uno de los cuentos, Escribo, nos dice: “Solo espero, y miro por el balcón. La calle es una fuente inagotable de inspiración, de historias servidas en bandeja para ser escritas…”
En vez de esperar grandes argumentos, el lector hará bien en localizar las reflexiones que la voz narrativa, en primera persona, nos va regalando a través de las líneas. Cada uno de nosotros podríamos llegar a ser esos personajes desahuciados o fracasados, melancólicos o nostálgicos; pobres putas o mendigos hambrientos; madres que pierden a sus hijos o escritores sin recompensa. Cada una de las narraciones nos muestra un lado de la vida, unas veces el más oscuro y otras el más amable. Porque Al Segar también nos muestra su lado humorístico e ingenioso, con finales que nos sorprenden y nos invitan a sonreír, como El cuento de Halloween, Olores o Negracarbón. También flirtea con la ciencia ficción, como en el caso de Kent o La increíble aventura de Héctor. Y, aún encontraremos algunos poemas de verso libre en tono humorístico, como Poema medieval o Coleguillas. En otras ocasiones el autor nos revela un poco de él mismo; por ejemplo, Soy así es un poema donde podemos vislumbrar algunas pinceladas de su personalidad; sin embargo, en toda la obra hay rasgos donde podemos encontrarle, muy sutilmente, camuflado, en lo más hondo de alguno de sus personajes. Pero cuando habla de su arte encontramos un Al Segar completamente sincero consigo mismo. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en Confesiones: “Me gusta jugar al despiste. Aplicar a mis relatos mis propias experiencias personales, otras inventadas, y otras que son una combinación de ambas, sin dejar claro en qué punto la realidad deja paso a la ficción…” El escritor, como un niño que juega  al escondite, provoca al lector para que le descubra entre el laberinto de su escritura. Y sigue diciendo: “En lugar de actuar como hace la mayoría, yo prefiero observar a las masas para comprobar sus reacciones”. La observación como fuente de inspiración, su musa.
Así pues, Alfredo Segarra (Al Segar) utiliza la escritura como un instrumento que le permite describir el mundo que le rodea, un mundo que nos muestra abominable la mayoría de las veces. Pero no nos dejemos engañar, debajo de tanta podredumbre descrita en sus páginas, se esconde un poeta potencial; porque sólo un poeta es capaz de pasar por la vida con los ojos abiertos y descubrir, en otros ojos, el sufrimiento ajeno.

Aurora Giménez Padilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario