Este es un pequeño escrito en forma de relato épico breve dedicado a los componentes de la editorial aContracorriente que han accedido a publicar bajo su sello mi novela:
La daga de los 7 dioses
EL REINO DE aC (por Al Segar)
Se escucha que en el Olimpo los dioses están reunidos.
Mi nombre es Al. Soy un curtido mercenario al que la vida le reserva ya pocas oportunidades.
Dicen que los dioses discuten acaloradamente, y eso puede derivar en graves consecuencias. No es prudente enfurecer a los dioses del Olimpo.
Debaten sobre si deben o no aceptar al nuevo reino de aC, un pequeño dominio empeñado en declarar su soberanía.
A los dioses no les gusta que a otros reinos mayores les incomode la intrusión de una desconocida y minúscula monarquía.
Finalmente los dioses deciden no intervenir. Decretan que si los gobernantes de aC han decidido nadar a contracorriente, deberán ganarse por sus medios el respeto del resto de imperios firmemente instaurados.
Abandonado a su suerte por los dioses, el incipiente reino de aC pronto es hostigado por el resto. Los primeros en hacerlo son los grandes reinos dictatoriales que ven en su sistema de gobierno basado en la igualdad y la libertad, la antítesis a su perfectamente instaurada tiranía.
Pronto, uno de estos feudos les declara la guerra. En aC presienten que otros le seguirán, ya que están aislados entre infinidad de reinos de mayor o menor potencial acostumbrados a ejercer un perfecto control basado en el absolutismo. En aC saben que querrán aplastarles antes de que consigan arraigar sus florecientes ideas liberales. Entienden que para sobrevivir, deben jugar bien sus cartas. Solamente así, demostrando con su valía que para nada pretenden interferir en los asuntos de los demás estados, conseguirán la consideración que anhelan. De momento el resto de reinos permanece expectante, rehusando participar en el asedio.
Los mejores guerreros de aC, convertidos en generales del recién creado ejército, elaboran sus estrategias de defensa de la nueva plaza, una lucha sin cuartel contra tropas mejor armadas y poderosas.
Lo están haciendo bien sus generales, Teo, Jotagé, o el Arduino, pero la desventaja es tanta que pronto necesitarán refuerzos.
Un buen día recibo el ofrecimiento de unirme a ellos. Todo un reto para mí. Acudo sin pensarlo. Tras hablar con ellos y corroborar que depositan en mí toda su confianza, no tardo en simpatizar con su ímpetu, con su entusiasmo y con el acertado sistema tolerante por el que se rigen. Esta puede ser mi última oportunidad de unirme a una causa por la que realmente valga la pena luchar, porqué hay tres cosas en la vida que si pasan ya no regresan: el tiempo, las palabras y las oportunidades.
Espero poder estar a la altura de lo que esperan y no defraudar la confianza que han depositado en mí. Voy a luchar por que el reinado de aC se consolide. Veo en sus líderes una contagiosa ilusión con la que congenio totalmente. Alabo los ideales que les honran: la consecución de un lugar donde todos tienen su oportunidad y donde todos son tratados por igual.
Con nuestros precarios medios somos conscientes de que la contienda contra los poderosos será encarnizada. Tal vez no sea casual que yo haya llegado hasta aC. Tal vez, aunque subrepticiamente, los dioses realmente hayan decidido aliarse con ellos. Tal vez tenga algo que ver con el hecho de que en mis batallas el arma que siempre empuño sea su daga: La daga de los 7 dioses.
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