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jueves, 10 de noviembre de 2016

6 de 6 (Reseña de Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas.)

 
 


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(Reseña de Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas.)

Abel Santos. Chamán Ediciones.

Abel Santos es el claro ejemplo de la maleabilidad del ser humano, de la capacidad de conseguir mutar una vida de peligrosos excesos, en un excelso repertorio de versos rompedores.

Abel Santos supo sustituir a tiempo su arriesgado armamento de drogas y largas noches de alcohol y desenfrenos, por breves y contundentes poemas cargados de vibrante munición literaria, poemas que son capaces incluso de destilar música al leerlos, tal y como asegura el prologuista de lujo de la obra, Diego Vasallo (Duncan Dhu): Los poemas de Abel Santos son como las notas lánguidas de Chet Baker, que viven entre las calles de una ciudad cualquiera en una tarde de verano.

            Es la suya una poesía cotidiana, nacida de experiencias propias que sin lugar a duda han condicionado su obra, germinada indiscutiblemente en el realismo sucio y bastardo, reflejo de cuando la vida del autor era un camino de sentido único en dirección a la perdición, hasta que un buen día decidiese venderle su alma a la poesía en lugar de al diablo, quien ya se frotaba las manos ante la que consideraba una nueva víctima apresada entre sus perniciosas redes, esas en las que quedan atrapadas desperdiciadas vidas hechas añicos, vidas que son solo restos de polvo blanco en un billete de 10, en manos de tipos que en sórdidos tugurios beben sus cervezas en las jarras del olvido. Se trata de una poesía que se nutre de la calle, que no se anda por las ramas, que sabe lo que quiere decirnos, y que lo hace sin estridencias, sin coraza, a pelo, sin prescindibles ni excesivas metáforas, tan solo las justas y necesarias.

            Abel Santos abandonó sus adicciones para convertirnos a sus lectores en adictos a sus versos. Sustituyó las sucias rayas de blanca muerte por impolutas líneas de negra tinta llenas de vida. Es una poesía cercana, comprensible, embrujadora, extirpada directamente a las entrañas de una vida afortunadamente rehabilitada, sin contemplaciones, sin bisturí, diseccionando hábilmente los pasos mal dados en el pasado en busca del esplendor, del renacer, de la evolución.

            Con “Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas” ha dado un importante y certero giro a su carrera, orientándola hacia una nueva luz, dejando atrás grises puestas de sol y dando paso a coloridos y seductores amaneceres. Mucho habrán influido en ello los cambios positivos experimentados recientemente en su vida, reflejados como pudimos comprobar los que asistimos a la presentación de su poemario en la mirada cansada pero feliz de una madre que tantas veces habrá visto a su hijo tocar fondo, y que ahora puede comprobar como alza de nuevo el vuelo, con la carta de presentación de un poemario lleno de poemas frescos de quien afronta el futuro con nuevas y renovadas esperanzas, dejando atrás un pasado oscuro, pero sin duda necesario para que hayamos podido descubrirle. En Chamán Ediciones se han dado cuenta de ello y nos lo presentan en su colección “Chamán ante el fuego” sin miedo a quemarse, algo imposible mientras sigan apostando por autores de la calidad de Abel Santos.

            Chamán Ediciones nos presenta en esta obra a un poeta de larga trayectoria. Es este su sexto poemario desde que en el año 1998 publicase su primera obra: Esencia (Ediciones AZ90), por lo que nos encontramos a un autor más maduro, ahora que acaba de cumplir los 40 y del que la editorial nos muestra un poemario brillante, encerrado en un elegante envase con el que nos brindan con mimo, esmero y cuidados detalles estéticos todas las obras que publican.

            En definitiva, Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas, es la obra de un autor contemporáneo de obligada lectura. El sexto título de Abel Santos. El sexto título de Chamán Ediciones, 6 de 6, y el diablo que se frotaba las manos con quien parecía una captura asegurada, quedándose con las ganas de obtener su tercer 6 gracias, una vez más, a la redentora poesía.
Al Segar. 

           

                

 

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